Opiniones de taberna:

A opinión de... 

Edu Burga

 

"UN CELTISMO A PRUEBA DE DISTANCIA"

Mi historia de amor desde el otro lado del charco

Mi historia con el RC Celta de Vigo es una de esas que nacen a kilómetros de distancia sin encontrar una explicación que parta desde la razón, ésta es una pasión que desafía las fronteras y demuestra que la devoción por un equipo de fútbol no entiende de geografías.

Todo comenzó en 1992, cuando tenía 19 años, en aquel entonces mi tiempo lo abarcaba en general mis estudios en derecho y en particular con el clásico juego de ordenador PC Fútbol. Es ahí donde encontré un equipo que me desafiara en lograr éxitos es que me topé con el Real Club Celta de Vigo. Un equipo humilde, sin las grandes estrellas de la época, pero con un “feeling” que no puedo hasta ahora explicar.

Para ponerlos en contexto mi afición por el Celta se desarrolló en un entorno muy particular, ya que vivo al otro lado del charco específicamente en Lima, Perú, sin ningún vínculo directo con Galicia, y el acceso a la información era limitado. Recordemos que a inicios de los 90s el internet aún estaba en pañales y las noticias sobre el equipo llegaban a mis manos a través de breves reseñas en los diarios locales y leyendo el semanario Don Balón, que llegaba a Lima con dos semanas de retraso; además por la tele solo transmitía algunos partidos de la Liga, siempre dando prioridad a los favoritos de siempre.

A veces cuando las cosas son más difíciles de alcanzar, más empeño e interés le ponemos y es que a pesar de las dificultades, mi pasión por el Celta crecía con cada día que pasaba; la aparición de diarios deportivos online me permitió seguir al equipo con mayor detalle...  El fichaje de compatriotas como Chemo Del Solar o el "Pulpo" Juan José Jayo Legario facilitaron aún más las cosas y ya se podían ver camisetas “alternativas” de ambos en alguna galería comercial del centro de Lima.

Como todo celtista disfrutar de las victorias y sobre todo sufrir con las derrotas es una tónica frecuente. Gritar los goles de Mostovoi, las galopadas de Karpin, la fina gambeta del Cuervo López que pasearon los colores celestes en ilustres escenarios del futbol europeo, contrasta con los duros años en los que transitamos en el infierno de segunda hasta la aparición de un nuevo Celta liderado con Iago Aspas y una camada de canteranos que sacaron adelante al equipo logrando el ansiado retorno a la primera división.

Ser celtista es algo que va más allá de los resultados, las alineaciones, los jugadores, entrenadores e inclusive de las directivas, es un sentimiento de pertenencia a una comunidad única y especial. Lo que sí tengo claro es que el Celta forma parte de mí, de sentir y vivir el fútbol.

Soy Edu Burga, peruano de nacimiento y celtista de corazón.